El efecto Pigmalión o la profecía autocumplida nos muestra hasta qué punto nos influyen las expectativas y la confianza que los demás ponen en nosotros.
ÍNDICE
Origen del efecto Pigmalión
Debemos remontarnos a la Antigua Grecia para encontrar los orígenes mitológicos de este efecto.
En un relato de Ovidio, aparece un escultor de la isla de Creta, llamado Pigmalión, al que le encargan hacer una estatua.
Pigmalion hace una estatua con tanto cariño que se termina enamorando de ella, y su amor es tan grande e inconmensurable que pidió a los dioses que la convirtieran en una mujer de carne y hueso para poder amarla de una manera verdadera.
Este deseo fue concedido por la diosa Afrodita. Pigmalion y Galatea, nombre de la estatua, se casaron y vivieron con gran felicidad.
¿En qué consiste el efecto Pigmalión?
Consiste básicamente en que la confianza y las expectativas que los demás ponen sobre nosotros mismos se acaban cumpliendo, actuando como una profecía autocumplida.
Si los demás creen que somos capaces de realizar cualquier cosa, nos apoyarán y nos transmitirán el ánimo y entusiasmo necesario para que la consigamos.
El efecto Pigmalión o las expectativas de los demás sobre nosotros mismos tienen una gran influencia sobre todo en etapas infantiles y más si tales expectativas las genera alguien que tiene gran autoridad (padres o profesores).
Este término fue acuñado por Robert Rosenthal, psicólogo social que, a partir de unos experimentos realizados en 1965, demostró que las expectativas y creencias que una persona tiene sobre otra, condiciona el rendimiento de esta última.
El buen Pigmalión vs el mal Pigmalión
El buen Pigmalión es quién tiene expectativas positivas sobre los demás, no tiene prejuicios negativos, es benevolente y aunque es positivo, también es realista (sabe que los demás pueden cumplir sus objetivos, pero siempre que dependan de su propio comportamiento, aptitud, etc.) ayudando así a los que le rodean a aumentar la confianza en sí mismos y aumentar las probabilidades de lograr lo que quieran.
Este efecto también tiene su contraparte, el Pigmalión negativo o efecto Golem. Se produce cuando alguien transmite a los demás que no sirven y no están preparados, dañando así su autoestima y condicionándoles negativamente.
Ejemplo, un padre que no confía en que su hijo obtenga el trabajo que siempre ha querido y no para de criticarle.
El efecto Pigmalion, no solo actúa sobre los demás, sino también con nosotros mismo. Por este motivo, son importantes nuestras propias expectativas y creencias sobre nuestra valía, autoestima y lo que somos capaces de realizar.
En este caso, si las expectativas, ya sean altas o bajas, proceden de un individuo hacia sí mismo, se denomina efecto Galatea.
Tanto el efecto Pigmalión como el efecto Galatea nos muestran el gran poder que tienen las expectativas sobre la conducta y rendimiento de cualquier persona. Esto nos pone de manifiesto como tienen extrema importancia lo que pensamos de nosotros mismos.
Y aquí, lógicamente, tiene un elevado papel la autoestima. Alguien que confía en sus propias capacidades, que piensa que «podrá ser capaz de» realizar algo de manera satisfactoria, probablemente obtenga mejores resultados que quien parte con la idea de «no ser capaz de…»
Cada uno de nosotros se puede convertir en un gran Pigmalión para sí mismo … ¡Busca situaciones que hayas logrado y escucha a tu parte positiva!
Pero no solo eso, también podemos actuar como un gran Pigmalión en los demás, ayudándoles a reforzar la confianza en sí mismos. Hacerles partícipes de nuestras expectativas sobre ellos, reconocer y potenciar sus habilidades, hará que mejoren sus resultados.
Cómo podemos utilizar el efecto Pigmalión
El efecto Pigmalión puede ser utilizado en todos los ámbitos de la vida: familiar, social, educativo, laboral…
Las expectativas que una persona tenga acerca de otra, influirá en su rendimiento y conducta.
Lo que alguien, a quien se considera como «figura de autoridad» (profesores, entrenadores, padres, jefes…) nos transmita acerca de lo que espera de nosotros, hará que nuestra conducta o rendimiento, se vea modificado en el sentido de esas expectativas, tanto si son positivas como negativas.
De ahí la importancia de transmitir unas expectativas positivas, ya que éstas influirán en el comportamiento de las demás personas sin que se den cuenta de manera consciente.
Por ejemplo, el entrenador de un equipo que no para de dar ánimo a sus chavales, motivándoles y sacando lo mejor de ellos mismos. O el jefe de ventas que cree en su equipo de vendedores y se lo comunica.
El efecto Pigmalión puede conseguir sacar de otra persona una potencialidad que, en muchos casos, ni sabía que tenía.
Referencias Bibliográficas:
- G. Buela Casal, V. E. Caballo y J. C. Sierra (1996). Manual de psicología clínica. Ed. Siglo XXI de España Editores, S.A.
- Seth J. Gillihan. (2018). Terapia cognitivo conductual. Ed. Sirio.